Lo de hoy
Una, dos, tres… nueve. Todas abriendo sus pulmones al unísono del sol. Mientras los rayos se clavan en el horizonte y prenden fuego al mar, nueve almas activan sus células una mañana más. Me gusta pensar que, si yo tuviera tiempo, haría lo mismo: madrugaría, me pondría mis mallas y saldría a vibrar con el amanecer; y acto seguido sonreírme ante la certeza de que no es verdad. ¡A quién quieres engañar, querida! Un día más intentando ser consciente, saborear, no pasar por encima. Presencia plena lo llaman. Y, al mismo tiempo, procurando parar la mente cuando se encapricha de un pensamiento y acumula repeticiones de más. Vivir con la promesa de ser consciente y evitar que tu tendencia obsesiva se ponga las botas no es tan sencillo. Es como ponerle a una leona un pedazo de carne a tres metros y darle un calambrazo cada vez que se atreva a moverse en su dirección. Pues así estoy yo, a calambrazos para no entrar en bucle. Y aún así me electrocuto unas cuantas veces al… día diría yo.