Vapor

No oigo nada. Siento que no existe gravedad, tampoco horizonte. Estoy en una esfera de vapor, rodeada de halos grises, apoyando mis pies en un plano que siendo transparente soporta mis cincuenta y muchos sin una mínima manifestación. Aunque extiendo los brazos procurando invertir todas mis fuerzas los siento ligeros, flexibles, ingrávidos. Por mucho que mi cerebro emite órdenes hacia mis fibras nada más ocurre. Un vaivén de materia en medio de esa esfera de hilos de aire gris. 

No puedo emitir palabras. Vuelvo a concentrar cada una de mis sinapsis y me parece que voy a emitir sonidos de inmediato, pero no: ni el más mínimo movimiento en mis cuerdas. Ahí rodeada de nada solo pienso que me sobraban todos esos hilos, yo solo quería uno de voz. 

Pero para poder hablar, en este mundo, hay que ser escuchado. Poder es, a veces multiplicando y otras dividiendo, querer. Querer hablar depende de los oídos y los abrazos, de las respuestas con estrella o estrelladas. Y las esferas vacías y sin horizonte nacen de los choques entre preguntas y respuestas incorrectas, entre historias demasiado intensas para libros sin espiral. 

Buenas noches, si es que alguien puede oírme. Hoy duermo sobre este plano invisible. 

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