Noches roca
Escuchar cómo respiras profundo, fuerte, ronco, me recuerda que aún estoy aquí, despierta, insomne, dando vueltas en una cama que no quiere absorberme por mucho que intento encajar en el hueco de siempre. Unas cuantas decenas de páginas después sigo aquí, vigilando que el techo no pierda altura y analizando el torbellino que me recorre estómago arriba cada seis. Es como un escáner de los de antes, o los de ahora, no lo sé, hace siglos que no tengo escáner, pero me recuerda a ese aparato que tenía cuando solía estudiar y punto. La luz recorría el cristal de principio a fin, de extremo a extremo, y cuando había llegado a meta repetía itinerario. Pues esos son mis nervios, una puñetera maquina barriendo mi cuerpo de arriba a abajo, una y otra vez, asegurándose de que ni un milímetro de organismo quede indiferente. Parece que la herencia puede tener bastante que ver con esto, aunque yo creo que todo viene de aquel día en que mi cabeza hizo clic y soltó algo como: “ah, ¿que quieres que nos exijamos tanto? Pues yo tengo que ir a tope, pero no voy a saber bajar revoluciones, así que tú verás”. Y desde entonces… ¡boom! La vida pasando a equismil revoluciones por minuto y tú sintiendo ansiedad el día que decides invertir una hora en hacerte un masaje porque estás permitiendo a tu cabeza pensar sin que tu cuerpo tenga que hacer. Brutal, ¿verdad? Pues nada, aquí estoy, con el cerebro agotado pero incapaz de desconectarse y con el estómago en modo salto mortal y doble tirabuzón.
Me gustaría centrarme en la idea de que habrá más gente que, como yo, escucha ese perro que ladra incansable, o en que respirar llenando el abdomen de verdad servirá para que logre dormir. En cambio, mi mente piensa en cómo estarán mis sentidos mañana, en cuál será el nivel de cansancio que sentiré y cómo seré capaz de afrontar el día. Anticipación, dramatización y varios errores de pensamiento más podríamos enumerar en todo lo que se me pasa por la cabeza. Soy buena alumna y la teoría me la sé, lo que me parece que voy a suspender son las prácticas.
Algún día descifraré el manual que cuenta cómo enfrentarse a las noches roca. Capítulo 1: ignora los sonidos que pervierten la quietud de la noche. Capítulo 2: sé paciente, está postura puede funcionar, dale una oportunidad. ¿O no es así? Aún me queda, me temo. Rocas noches.
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