Porcelana
Ya no puedo más. Parecía fácil hacerse la fuerte, la distraída. No estaba tan claro que fuera a costarme relativizar y escudarme en la confianza de las buenas manos. Pero ya está. Me rompo. Se rompen mi sueño y mi percepción de la realidad, aunque cueste comprenderlo. No sé si mi cerebro será capaz de sobreponerse a esta casi docena de treintas agónicos. Hojas de calendario de "esto no", "ten cuidado", "mejor si lo evitas", "no hagas planes por si acaso". Tampoco sé si mi espalda podrá recuperar su forma y reconocerá un estado insensible.
Estoy agotada. Y sé que, aunque sea hormiguita con mis quebraderos, agoto a los corazones donde siempre me dan cama. Y lo siento, lo siento tanto. Copar la preocupación de quienes no pidieron preocuparse por nada, de quienes lo dan todo intentando que sea suficiente por el momento. Gracias. Por vuestra mano, por vuestro hombro, por vuestro enorme pecho. Por haber luchado para evitar el crecimiento de las grietas.
Os repetiré mil veces que no es vuestra culpa, que todo fue suficiente, porque la porcelana es así, aunque una vez pasara por Limoges.
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