Ley Murphdaza

Con un café sin hielo te sonrío que hoy quiero que me odies.
Ódiame hasta que tus gritos fulminen las cuerdas vocales por las que trepan los simios.
Aumenta la intensidad hasta que sea letal y todo se impregne de tinto.
No pulses el Pause aunque me haga pedazos, ni el Stop si te desangras conmigo.
Ponte los cascos y sube el volumen hasta que los tímpanos estallen de unísono.
Araña con furia la línea que nace en mi ombligo y muere en el sexto sentido.
Ódiame. Fuerte e intenso. Tóxico y nocivo. Sé droga y rabia. Sé puño y castigo. Puñal y mordaza. Daga y espada. Cruelmente abusivo.
Haz lo que te digo y, entre dientes y en Inverse, seguiré implorando que me odies.





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