De libertades, atentados, futuros y juegos de azar
El cielo se deshace en carcajadas, y tú pensabas que eras el único capaz de llorar de felicidad. Mientras las gotas inundan el lugar al que todos miran y donde nadie habla, un robot ridiculiza a la especie humana en HD. Y las neuronas se ocupan con la improvisación. El artilugio que se reserva para dar cuerda a los pensamientos se engrasa con la idea de lo bello de un mundo sin agendas, carente de lo que algunos llaman planes y otros sienten como cadenas a las que apodan rutina o atentado terrorista contra la emoción. Hay quienes piensan que la libertad acaba donde la del otro comienza, y quienes desdibujan los límites argumentando que vida solo hay una y que es demasiado maravillosa como para pensar en la auto-represión. ¿Pero es represión el acuerdo? ¿Puede resultar ser mordaza una simple conversación? ¿Es una pregunta posible desencadenante de desencanto? ¿Una solicitud puede dinamitar un presente ambiguo?
Las mentes extrañas son impredecibles. No se entienda extraño como algo negativo, sino como poco común. Quien se enamora de convencionalismos vive en su zona de confort eternamente, sin más sobresalto que los imprevistos externos que puedan asaltar su tandem perfecto, que yo relataría a base de bostezos. Nunca fui de inclinar la balanza hacia el tentador trato, pero elegir truco no siempre es divertido cuando con quien juegas es aún mejor trilero.
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