Séptimo arte

Qué bueno es reír de vez en cuando. Tener el volumen tan alto que tu carcajada resuene por encima del barullo del resto de la sala. Que se te escape un aplauso como si aquellos que actúan para ti fueran a sentirse aún mejor.
Reír entre amigos. En butacas más cómodas que el colchón que ya te echa en falta. Entre cuatro paredes que albergan a un puñado de pares de ojos esperando un par de horas de desconexión. Entre algodones. Entre palomitas casi recién hechas y patatas con sabor a viernes noche. Entre las risas de aquellos a quienes escucharías reír horas y horas y siempre querrías más. Entre planes de quince en quince que deseas que pateen a la rutina del calendario.
Una más de las infinitas formas de odiar que el despertador madrugue al día siguiente. 

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