Gota a gota
Acabo de ver el vídeo en el que una niña de tan sólo quince meses disfruta de su primera lluvia. Las primeras gotas caídas del cielo y acostadas en su pequeñita cara. Sus manitas intentando abarcar la infinidad de partículas que el cielo vertía, sin duda alguna, únicamente para que se crease ese momento mágico.
Y me han entrado ganas de que llueva. De salir sin paraguas y saltar en los charcos. Que no me importe que se me ensucien las gafas o que me gotee el pelo al entrar al próximo bar. De cantar sin afinar, porque ya llueve. De correr bajo el agua dejando a la humedad consumir todo lo gris.
Porque lo único malo de que llueva es no saber disfrutar de la lluvia.
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