Al paso

No me mires de esa forma. Mírame con los ojos fijos, como cuando enmudecías tras el cristal. Quiero desempañarlo infinitas veces, con pañuelos de flores de invierno o con trapos turquesas en flor. No me importa el cómo, sólo sé que no me imagino una mañana sin buenos días, ni noches sin tener derecho a echarte de menos en una cama de noventa. Pero desde pequeña me recuerdo que la vida no se conforma de aquello que osamos desear. Posiblemente esté programada para vagar eternamente entre signos de interrogación. A encontrar simples brazos en el inmenso cajón de los abrazos. A desempañar únicamente el cristal de mis gafas de cerca al ver Amelie por trigésimo séptima vez.

Y, algún día, me gustarán los gatos.

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