Enredaderas

Solía imaginar el futuro.
Ese recuerdo que aún no existe, pero en el que siempre pinta primaveras.
Y es que desde micra tuvo un problema.
Le gustaba imaginar las almas como ella quería que fueran.
Esculpir a cada individuo bajo la perfección de su sesera.
Y siempre, al esfumarse el futuro, el otoño es quien espera.
Las estatuas son de corcho y las mariposas son quimeras.
Las manos son de humo y los besos de infernal cera.
Los demonios, cada noche, salen de sus cuevas.
Y carcomen lo que un día fue esperanza y fue poema.
Y es que hasta entonces no supo dónde estaba el problema.
Eran los brillantes que adornaban su diadema.
Reflejaban tanta luz que impedía que nadie viera
Que tras esa gran coraza esperaba una pequeña
Niña aún asustada que vagaba por la Tierra.
Que sólo había encontrado falsas flores y maleza
Y que había desperdiciado grandes litros de tierra fresca.
Cuando supo todo aquello sucumbió, marea eterna
Y hoy la recuerdan los niños cuando se sientan en aquellas piedras
Donde suenan constantes las aguas aunque nadie pueda verlas.

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