12 de agosto
Guardo un puñado de recuerdos de mi infancia. La memoria no es lo mío, aunque no es necesario ser capaz de recrear cada momento de la vida para poder afirmar que se fue feliz. Y yo lo fui. Mucho. Tanto que en algunos capítulos creí morir por no espantar la risa.
Sonrisas muchas y desencadenantes tantos... Algunos fueron instantes fugaces, circunstancias puntuales que se imprimieron como anécdotas en mi historia. Otros, perennes - o eso llegué a pensar - sonrisas que acompañaron mi recorrido. Hasta que caducaron. Y un pedacito de mí, para siempre, se fue con ellos para descansar vencido.
Los envuelvo en una nube de besos. En piel cálida de manos que un día se despidieron, pero que jamás llegarán a separarse del todo. Sujeto el hilo de voz con fuerza.
Ese día me viste guapa y sí, me vestí con las olas con las que tú tantas veces disfrutaste vestido.
Sonrisas muchas y desencadenantes tantos... Algunos fueron instantes fugaces, circunstancias puntuales que se imprimieron como anécdotas en mi historia. Otros, perennes - o eso llegué a pensar - sonrisas que acompañaron mi recorrido. Hasta que caducaron. Y un pedacito de mí, para siempre, se fue con ellos para descansar vencido.
Los envuelvo en una nube de besos. En piel cálida de manos que un día se despidieron, pero que jamás llegarán a separarse del todo. Sujeto el hilo de voz con fuerza.
Ese día me viste guapa y sí, me vestí con las olas con las que tú tantas veces disfrutaste vestido.
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