Una tarde cualquiera

Estaba tan guapa
cuando fui a verla
aquella mañana
de un mes de abril.
Sabía que un día
aunque no lo quisiera
encontraría sus ojos
sin rendirme a dormir.
Y allí estaba ella,
con la cuchara inquieta,
persiguiendo la espuma
que no logró huir.
Miraba el reloj
alargando la espera,
mientras yo, escondido,
ansiaba decir,
que sin pensarlo haría
que el reloj sucumbiera
a eternidades de fresa
que por ella escribí.

De pronto sonríe,
alza la cabeza
y sus labios se entregan
al muchacho de añil
que enreda sus manos
en su blusa de seda
y sin saberlo me arranca
las entrañas a mí.

Cobarde y a trozos
me doy media vuelta
y grito al silencio
y el silencio a mí.

Eternidades al aire
y vuelta a vivir.

Comentarios

  1. Suena a música naif y tarde de otoño.
    Siempre sorprendes, Cristina.
    Y ya que no puedes acercarte a la presentación, envíame un correo por si quieres recibir el libro. O, quizás, algún día te lo pueda regalar en persona. Quién sabe.
    Besos capitalinos!!

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  2. me ha recordado as mí, excepto por lo de "vuelta a vivir".
    me gusta el toque de miel que le has dado.
    beso.

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