Velas para ti
Cincuenta y inviernos a tus espaldas; eres hombre de frío y cumbres, de bosques y viajes interminables volante en mano, de aire fresco y bruscas palabras, trabajador como el que más y terco como nadie sabrá jamás serlo. Natural, como la vida misma; y de vida natural.

Dicen que heredé tus ojos, almendrados, achinados y, siempre lo pensé, demasiado pequeños. Supongo que lo que importa no es el tamaño, si no cuánto y qué son capaces de recoger en su interior. Y brillan, mucho. Sonríen; amenazan con desaparecer y se convierten en dos finas curvas sobre una descarada dentadura. No me hace falta apartar los párpados para saber que están poblados de destellos.

Felices años futuros, que sean muchos.
Enternecedor homenaje, al que me uno con cariño. Felicitaciones. (Segunda vez que dejo un comentario en esta entrada, a ver si ahora se publica -o no-).
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