Milímetros de chocolate


No me hizo falta sentir tu suave piel, ni tus fuertes manos, ni tu cálido torso. No me hizo falta porque tú no quisiste. Porque decidiste deslizarte como un lazo de seda hacia mis pies, en ese momento en el que el frío se ocultó bajo un pedazo de algodón. No me hizo falta porque sin quererlo - o más bien sí - ataste mis manos y mi piel, echaste el candado en mis pestañas e impediste que pensase en nada que no fueras tú. No me hacía falta verte, ni podía; pero cómo no sentir que estabas ahí, en ese instante, en ese milímetro de mármol, en ese milisegundo del mes tres, en esa decisión de dos que desembocó en no lograr dormir, en esos rastros de saliva que tatuaron todos los caminos que decidiste recorrer. Y quién quiere soñar dormido cuando se puede soñar despierto.

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