Plumas de sangre

El calor de los focos despertaba su dermis poro a poro; sus extremidades seducían al aire con movimientos delicados, ligeros, casi de terciopelo. No importaban los cientos de ojos expectantes ni la aparente fragilidad de su infantil cuerpo. 
La génesis de las plumas comenzó su ciclo y el espacio lloró intentando hacerse infinito para ella. No existía nota digna de relatar todo cuanto podía expresar con sus pies, ni director de orquesta capaz de controlar lo que evocaban sus manos.
Pocos segundos hicieron falta para que el público no contuviese su admiración y estallasen aplausos atronadores en el teatro. 
Su belleza deslumbraba mientras todas las lágrimas se evaporaban y ella, en vano, luchaba por disfrutar. Sólo sintió la calidez de la sangre que, imperceptiblemente para las butacas, firmaría el final más real.
Y es que no es cisne todo lo que reluce.

Comentarios

  1. Me he sentado en primera fila para disfrutar tus letras. Felicitaciones.

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