Dulces



Las aceras parecían crecer al son de nuestros pasos y las ventanas curiosas se vestían de luz para vernos pasar. Mirabas al frente y se encendían tus ojos de miel. Y fuimos miel con miel.





El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
¡Ah, silenciosa!

20 poemas de amor y una canción desesperada, Poema VIII, Pablo Neruda

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