
Los ojos empañados velan esa cama inerte, las conversaciones a base de susurros protagonizan la melodía de las horas que quedarán, o los días, o los meses... pero no hay vuelta atrás. A veces las mejores historias finalizan de repente, sin aviso, sin agonía, sin párrafos innecesarios que recarguen de grises recuerdos lo que, hasta entonces, fue una novela sin erratas digna del mejor escritor.
Alargar lo inevitable con artilugios y sustancias "milagrosas" puede resultar innecesario. Al fin y al cabo... ¿no se traduce en más dolor?
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