Yo elegí el sofá y la manta para ver la puesta de sol. Fui yo quien decidió echar el cerrojo y no mover la cadena que sigue escandalosamente la curva para que nadie pueda entrar.
No me importa que el agua desdibuje mis curvas tras la puerta defectuosa ni que la ventana esté entreabierta cuando decido taparme con el edredón. En cambio, guardo con recelo todo lo que es sólo mío; lo escondo, lo oculto, lo camuflo... Sí, ésa fue mi elección.
Las palabras ya no se escupen a borbotones, se acabaron las rebajas de inspiración.
El motivo puede ser bastante claro, pero quien te lo desvele no seré yo.
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