Hoy mi lenta mente y mis torpes dedos de domingo aúnan sus temas: ¿por qué? 

Ahora, más que nunca, se imprimen en mi cerebro las seis letras sin respuesta. En un instante la dama de negro te fulmina, te reduce a latigazos y te hace desaparecer. No pide cita la muy golfa, no llama antes de entrar, no necesita invitación para pasar a la gran fiesta del día a día y convertirse en la protagonista. Sí, me permito una palabra malsonante, y es que hoy, sí, hoy, y ayer, y mañana, estoy, estaba y estaré enfadada con el mundo, indignada con la suerte e incrédula hacia la realidad. No. No puede ser. Y sí, así es.
Suelo escribir sobre ti, sobre cómo caminábamos, o nos mirábamos, o era yo la única que te observaba. Sobre los lugares que hace unos días cambiaron de empleo para acoger desayunos y sobre el punto y final de una historia que aún no creo que seamos capaces de poner. Hoy no. Hoy y ayer y mañana, que te necesito, necesité y necesitaré, no estás. No hablo de ti, por eso precisamente, porque no estás. Lo que realmente está es él. Quien no va a estar. Al que esa furcia de negro ha engañado vilmente sin que aún sea consciente y con la que se mudará sin previo aviso para no volver a darse un baño en la eterna playa sin olas en la que oía rugir a papá. 


SÍ, LA VIDA ES UNA MIERDA

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