Puntos
Un quesito en medio de una calle invita a mi mente a descansar como lo hicieron aquel día nuestros huesos.
Observo al niño que espera paciente en aquella parada de autobús. Se mantiene erguido en la esquina que un día ocupamos en el momento en que despertaban los/nuestros días, aunque aquel domingo estuviese ya durmiendo. Saborea un helado, uno de ésos con los que pocos minutos antes se deleitó mi paladar, disfrutando, partícula a partícula, de la acidez y del frescor del limón. Ya sabes que no soy muy amiga de los helados de chocolate.

Puede que algún día envíe una de mis mariposas por correo postal.
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