Crónica de una muerte anunciada
Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. «Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato. «La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros», me dijo.
Podría utilizar la genialidad de tantos en este día que el infinito parecería la hormiga que en aquella mesa escaló mis dedos buscando quién sabe qué. Lo cierto es que el tiempo apremia y, aunque necesito parir letras, no es el momento de confesarme. Sólo recuerdo cierta canción en la que dejaban de respirar.
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