Se zafó de sus brazos para que no sintiera el momento en el que, de forma inminente, iba a romper a llorar. Miró hacia el frente sin ver. Sólo podía correr. Correr hacia la línea que separaba el suelo del cielo y olvidar cuánto habian sufrido sus retinas aquella noche. No podía impedir que las imágenes se imprimiesen, una a una, con tinta permanente, en su mente aún sin amueblar. Ya tenía otro mueble para decorar. Había oído hablar de ello; minutos antes había sido testigo de que era una realidad.

La muerte existe - pensó. Y los Reyes son los padres. No tendré regalos esta Navidad.

Y corrió... corrió... corrió... sin dejar de repasar en su mente: Melchor, Gaspar y Baltasar. Melchor, Gaspar y Baltasar. Melchor, Gaspar....

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