Siempre me gustaron los ejercicios de unir


Mi dedo índice hizo de guía y conté tus lunares uno a uno. Recorrí tu espalda, cada centímetro, cada milímetro... veintitrés.
Tienes tantos lunares como cromosomas el ser humano, como número atómico tiene el Vanadio o como la edad que yo tendré dentro de menos de un par de trescientossesentaycincos.

Fui siguiendo las curvas de tu espalda, motita por motita; dibujando tu nombre con líneas imaginarias, perfilando el mío intentando que nunca se borrase de tu piel.

Me gustaba pasar mi dedo por tu costado, conseguir que tu piel despertase de repente y que tú suspirases a la almohada, como queriendo decirle cuánto te gustaba estar así.

Más de una vez me dijeron que los suspiros se los lleva el viento, ¿o eran las palabras? No lo sé, pero no vueles tan pronto.

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